18/10/10


Estar contigo es como cuando vuelvo a mi cama tras varios días sin haber dormido allí, como cuando me voy de vacaciones y vuelvo a ella.

Llego y está fría. Me hace temblar, me siento indefensa y me acurruco en un rincón intentando entrar en calor, pero aún así es una sensación agradable: al fin y al cabo es mi querida cama.

Al cabo de un rato, bajo las mantas empieza a haber calidez y mis dedos dejan de estar azules, dejo de temblar y estoy mucho más segura.
Estoy tan a gustito que no quiero dormirme, porque sé que entonces me despertaré y habrá pasado toda la noche y yo no me habré enterado de lo bien y a gustito que se estaba bajo las mantas. Pero irremediablemente, ese calorcito hace que al cabo de unas horas acabe rendida, con placidez, y me duerma.

Y cuando me despierto, frío otra vez. Aún estando debajo de las mantas, vuelve la tiritera, la inseguridad, el acurrucarse. Tan, tan frío, que me dan ganas de salir corriendo de la cama y no volver.

Y corro.

Y siempre vuelvo.

No hay comentarios:

susúrrame

No me juzgues tan rápido.
Solo estás viendo lo que yo he elegido que veas.