diversión

Nueve de la tarde. Ella ya está más o menos preparada. Tiene su cuerpo, la cabeza, físicamente en su sitio. Pero todavía le falta elegir la ropa que ponerse. Aquella falda, ese vestido, las medias con carreras, con agujeros, no encuentra los zapatos, ni las pulseras. El collar se ha roto, no importa, coge otro.
Nueve y media, el maquillaje. Se empapa la cara con el líquido previamente vertido en la esponja, lo esparce, hasta dar a su piel esa sensación de belleza, de irrealidad, de mujer de piel perfecta de anuncio de ¡oh! maquillaje…

Diez. Hora de irse. Reunión con las amigas, y algún amigo en la parada del autobús. La cartera, se ha dejado la cartera. Falsa alarma, la llevaba otra. Estupideces en el autobús. Llegada al otro lugar. Paseo por las calles, decisión. No quiere ir allí, el otro local es mucho mejor. Hay más gente, más ruido. Y, sobre todo: más chicos. Durante el trayecto se reparte bebida, mucha gente no tiene muy claro de dónde sale, pero no importa… Es alcohol.

Apertura del local. Se comienzan a respirar las hormonas revolucionados de los adolescentes de dieciocho y veinte años, incluso cercanos a los treinta. Se palpa la emoción, el ritmo en los cuerpos cuando la música comienza a hacerse notar, vibraciones en su cuerpo. Primero las consumiciones, no puede bailar sin su vaso en la mano. La bebida más eléctrica y con el color más llamativo está ya en su poder. Y entonces, después de un primer trago, comienza a bailar.

Algún chico ya se ha arrimado, insinuante uno, directo el otro. Sólo con el más guapo se queda a bailar, quizá le invite a una copa. Segunda consumición. Un montón de flashes y luces. La canción de la noche. Piden un bis, no es ningún concierto. Pero la repiten. Quinta consumición. Es de lo más divertido, acaba de encontrarse con el chico de la otra noche, está con el chico de hace un rato.

Despierta. Abrazado su brazo a un frío mármol blanco. En el suelo, sus piernas heladas, sus medias con nuevas carreras. Un pequeño resto de vómito de la noche anterior. La cámara tirada en el suelo, la camiseta descolocada y un pecho casi fuera. El pelo revuelto y enredado. Mordiscos en su cuello. Enciende la cámara. Un montón de fotos con muchos chicos. Y muchos de ellos arrimados o tocando donde no deben. No reconoce sus caras.

No recuerda nada.