I'm too... cute.

Sí.. Parecía que iba a comenzar con la canción de "I'm too sexy"... (o al menos yo he pensado en ella!) Pero no. He comenzado con "I'm too... cute".
Y es que ya me han dicho demasiadas veces lo "cute" que soy. Traducido al castellano sería algo así como llamar a alguien "mono", en japonés, como muchos fanáticos del manga que habrá por aquí sabrán... sería lo que llaman "kawaii".

La verdad es que al principio me mosqueaba muchísimo. Es decir, si eres una niña de seis años, con vestidito y piruleta, te gustará que te digan que estás mona.. Pero teniendo 17 ~ 18, a veces es un poco incómodo que te digan que eres mona.

No sé, yo pensaba que era una persona seria, madura, responsable y que aparentaba su edad.
Esto opinaba hasta que un día... En la calle, me choqué con un niño... y me dijo:
"Lo siento, señora"
El alma se me cayó a los pies. Y es que esto sucedió hace aproximadamente un año, cuando a penas había cumplido los 17.

Entonces, me decidí. Nunca jamás volvería a intentar dejar de ser cute. Es más, intenté ser todo lo cute que pude. Me maquillaba menos (mi maquillaje viene siendo hacerme la raya del ojo y ponerme sombra, también en los ojos), mi ropa era cada vez menos adulta (¡prohibidas las camisas!), y jamás le resultaría sexy a nadie de lo cute e infantil que llegaría a ser.

Pero este "remedio" a mi pánico por la palabra "señora" (puta... es que suena mal) tenía un pequeño defecto. La frase que dije antes "jamás le resultaría sexy a nadie..." Se cumplió. De cabo a rabo. Y, joder, eso era un poco triste. Es decir, eso de "sí, bueno, es mona, pero un poco infantil, ¿no?" Me traumatizó aún más.

Ya no sabía si ser cute o ser señora, y entré en una crisis de personalidad, a veces era cute y a veces señora, a veces era una cute señora y otras veces era una señora muy cute, pero para mí señora y cute son palabras incompatibles, es decir, no pegan. Una chica puede ser cute, una niña puede ser cute, un conejito o un hamster pueden ser cutes. Pero una señora no puede ser cute.

Actualmente sigo con el dilema y con mi trastorno de personalidad cute-señora, ya no sé quién soy...